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Historia en nuestra piel

Alejémonos de la tragedia del ratito entre el 58 y el 60, demasiadas cosas ocurrieron en demasiado poco tiempo, cómo se sufrió. No hablemos de árbitros ni linieres, disfrutemos del gol.

Bendita galopada de Iniesta de izquierda a derecha, qué triángulo perfecto se formó en la media cancha. Xavi, con el toque más sutil que le dió su bota encaminó al pequeño malabarista a los tres cuartos. Al fin tuvo campo libre. Cuando el único objetivo era cazarle, ya era demasiado tarde para Paraguay, la historia se estaba escribiendo a golpe de altruismo y solidaridad. Nunca un pedazo de madera, metal o de lo que Dios quiera que estén hechos los postes fueron tan cruciales, nunca tuvieron a tantos millones de personas suplicando su favor. Diez centímetros de grosor en contacto con el Jabulani tenían la respuesta a nuestra escasez de fútbol y ocasiones de gol. Por tres veces quisieron ser protagonistas de un tanto que ya está guardado en un lugar preferencial de nuestras retinas, tenemos espacio en ellas para más. Y qué si las betas de la madera lo hubiesen rechazado hacia la otra dirección, y qué si un palo desviado unos milímetros hubiese cambiado el rumbo de todo, y qué, si la válvula del balón hubiese topado con el cilindro con tal suerte de volvernos a llevar las manos a la cabeza. Y qué si una malformación del césped hubiera podido llevarnos a la desilusión. Lo que tenemos es el más dulce puñal del 6 y el remate solemne del 7.

Sin sensación de saciedad, Somos semifinalistas del mundial.

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