El ser humano, ávido siempre de buscar incansablemente nuevos ídolos y personajes a los que adorar, se ha encargado de etiquetar a cada escolta de raza negra, afroamericano y cercano a los 198 centímetros de altura que levantaba del suelo su majestad aérea con el “San Benito” de heredero y sucesor de Jordan, Michael Jordan. Desde Mitch Richmond, Kobe Bryant, Tracy McGrady, Vince Carter o Jerry Stackhouse hasta Dwayne Wade y Lebron James. Numerosos nombres, talentos desorbitados que se han quedado en un casi. Cierto que los dos últimos apenas acaban de comenzar sus carreras, tanto como que Bryant tiene un palmarés portentoso y sin visos de detener su crecimiento. Todos, aunque unos más que otros, andan lejos de lo que significó el único 23. Primero y último. Varios de los fracasados proyectos han osado llevar el 23 en la elástica sin mangas, otros lo han mancillado y otros lo han evitado o insinuado portando el 24. Esta obsesión existencial les ha pesado y les pesa a todos los candidatos. Entender a Jordan es saber cómo transformó una franquicia “perdedora” en una de las más vitoreadas de siempre, el United Center, un recinto sin más convertido en un museo. Marcar una época aún cuando los grandes duelos de los 80 todavía se conservaban frescos en la memoria. Hacer mejores a compañeros que mostraron después su verdadero nivel y, yéndose a lo más frío, a las estadísticas, cómo ir más allá de los 30 puntos con buenos porcentajes y con las defensas y arbitrajes de entonces. No hablemos de las victorias alcanzadas at the buzzer.
Y es lógico andar buscando el nuevo MJ, era la imagen perfecta del perfecto deportista. Físico impecable, zapatillas arrogantes pero irremediablemente arrebatadoras, pantalones y calcetines en su sitio, suspensión trazada por el mejor delineante y liderazgo a raudales. Por lo que supuso es al único al que mucha gente es capaz de nombrar como mejor jugador de baloncesto de la historia.
Más allá de la eterna búsqueda del 2 anotador y auténtica estrella de la liga, esto ha ocurrido a la vez con el pívot dominador, desde Chamberlain a Saquille pasando por Abdul-Jabbar. Con el alero polivalente, desde Elgin Baylor a Larry Bird pasando por Julius Erving. Y encontrándome sin la totalidad de la información se me antoja “olvidado” un tipo de jugador, ese que físicamente no es ni 3 ni 4, algo gordo, pesado para defender fuera de la zona pero que sin sobrepasar por mucho los dos metros coge los rebotes que a priori pertenecen a los siete pies. Intuición, entrega y una cintura imposible de rodear, un trasero interminable. En campo contrario no sabes por donde te va a atacar; bota desde la línea de tres, se da la vuelta y te empuja hasta la zona donde el defensor no tiene nada que hacer, lanza en fade away conocedor de sus limitaciones.
25 puntos y 15 rebotes, ¿cuándo volveremos a ver esos números en una cancha? Un tipo que, como Charles Barkley, parezca torpe en la transición y haga de esa carencia una de sus virtudes. Me viene a la cabeza porque han pasado por la liga muchos símiles de Barkley que se quedaron en el camino. All-stars sin más, jugadores que en ningún caso serán recordados o galardonados con su presencia en el salón de la fama. A mí en particular me han llamado la atención en la última década Elton Brand y Carlos Boozer por ser capaces de rebotear y anotar con una naturalidad poco propia en hombres de su estatura y libras de peso. No obstante, se asemejan más a Karl Malone que al fantástico jugador de Philadelphia y Phoenix, salvando las mayúsculas distancias. El resto son gigantes de mucho nivel (Duncan, Mourning, Olajuwon,…).
Este curso han salido a la palestra un grupo jugadores de cierto perfil Barkley pero actualizados por las evoluciones físicas del siglo XXI. Poderosos en la zona y vigorosos en el rebote, les falta clase, talento innato. Quizás no vayan a dar para hacer un cameo en Hollywood o ser estrellas televisivas cuando se retiren, pero se disfruta con su estilo más que con otros brillantes jugadores. A ver cual de ellos da ese pasito adelante y nos hace recordar al “gordo”, al que perdió todo su ingenio en Space Jam.
Blake Griffin y Demarcus Cousins Kevin Love, 15.1 rebotes por partido
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