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Se me hace complicado

Encaras la recta de meta y me levanto del sofá, las pulsaciones me suben tanto o más que en la salida de un Gran Premio, que en el punto de partido de Nadal, que en la ocasión de gol o que en el triple que vuela desde siete metros. Consigues el objetivo y todos lo sentimos dentro, lloras en el podio y nos damos cuenta que la victoria del atleta no es una más, hay mucho detrás. Demasiadas pocas comodidades y excesivo sufrimiento, una gota de sudor más y hubieses abandonado. Suena el himno y se nos escapa una sonrisa, si me concentro en la realización en silencio hasta tengo un nudo en la garganta. Tu rostro huesudo marca las horas de entrenamiento y sólo ahora soy consciente de la cantidad de bienes a los que renuncias. Tu melodía es la mía, tus últimas zancadas me sacaron los ojos de las órbitas y levanté los brazos a la par que tú cuando nos veíamos en lo alto. Se me hace complicado olvidar todo eso, borrarlo y a partir de hoy quitarle todo el valor que tuvo en aquel momento. No puedo hacerlo desaparecer de mi cabeza de un plumazo, para mí sigues siendo campeón o campeona.

En qué condiciones lo hiciste, por qué, por cuánto y por quién no lo sé, pero igual que no puedo eliminar tu proeza tampoco nadie pasará por alto esto. Ni siquiera tus compañeros. Lo que antes eran gloriosas galopadas sólo serán metros recorridos, burdas distancias transitadas. Reventaste en un santiamén la mística del atletismo, el aura que os rodea cuando el cronómetro se para despedazada en mil trizas. Y siendo tú el culpable perjudicas al resto, a ti no te creo, al resto tampoco del todo. No puedo.

Con la próxima noticia sobre el tema esbozaré una sonrisa porque eso significará que queda menos para limpiar el fondo; la cubierta estará sucia por muchos años. Entonces hablaremos más de atletas con clase, sólo entonces la palabra calidad tomará su excelso sentido, el más simple, el verdadero. Y es que miro atrás y todos nuestros ciclistas y deportistas de estadio extraordinarios lo fueron después en despachos y juzgados. Tan brillantes en rendimiento como discutidos por prensa y entendidos.

Y no nos cebemos con ellos pues los casos de dopaje no son aleatorios, están alimentados por las características de los dos deportes más sacrificados que existen. Cuando la técnica no es el factor diferencial sino el físico y el entrenamiento (que hace mejorar a su vez el resto) no debe extrañar que en momentos de dudas y crisis los deportistas puedan optar por esto. El doping puede darte ese segundo hacia la clasificación y el contrato con esa marca, las milésimas para esa medalla y los patrocinadores. No hablamos de los sueldos de un jugador de fútbol o baloncesto, ni mucho menos de su estilo de vida. Si en pleno siglo XXI el profesionalismo está tan arraigado, una vez cumplida la sanción no hay que caer en la tentación emocional del castigo eterno. Mucho menos tras leer las declaraciones de Bernard Kohl, ciclista austríaco que fue suspendido tras acabar el Tour de Francia 2008 en tercera posición y con el maillot de la montaña en su haber, el tipo subía como una moto, iba hasta las trancas (y no era la primera vez) y aún así no fue capaz de luchar por la victoria. Por eso, él defiende que todo el pelotón consume sustancias prohibidas. A mí al menos me cabe la duda.

El comunicado del grupo de atletas en contra del dopaje es un gesto admirable, ¿pero acaso no lo habría firmado Marta Domínguez si se hubiese escrito cuando “cazaron” a Paquillo? ¿Son íntegros hasta tal punto todos ellos? Yo puedo creer que sí, pero para lo bueno y lo malo, ya no siento lo mismo que antes.

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