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La trampa de las expectativas

Por qué dejamos de consumir en épocas de crisis aún teniendo más poder de compra y por qué no dejamos de hacerlo en periodos de auge aún llegando con problemas a final de mes. Preguntas de respuesta única, las expectativas.

Mis expectativas condicionan mis acciones y estas acciones -unidas a las de otros tantos- condicionan mis expectativas. Este es el círculo que hace buena una afirmación tan lógica como peligrosa: las expectativas tienden a cumplirse.


El proceso es de sencilla explicación.

Un individuo que trabaja en un banco de cierta magnitud al que las cosas le marchan bien recibe un aumento; éste aprovecha y pide un préstamo personal para comprarse un coche y la correspondiente plaza de garaje. Ya no tendrá que coger más el metro para ir al trabajo. Además, empieza a ser reticente al tupper y come de menú (nótese el aumento del gasto e incremento de la actividad económica).

Un día Lehman Brothers anuncia su quiebra, se desata la crisis de las hipotecas basura y el banco para el que trabaja se fusiona con una caja de dominio público tras reconocer contener en su cartera activos tóxicos. Dicho banco despide a unos cuantos jefazos. Nuestro individuo, que sigue trabajando y cobrando lo mismo, ahora se deja el coche en casa y vuelve al tupper. "No vaya a ser que sigan los despidos y me vea de buenas a primeras en la calle", se dice el tipo. Mantiene en el bolsillo el sueldo que le sobra y lo envía a un futuro poco esperanzador. No hay consumo ni inversión productiva.

Multiplica esto por unos cuantos millones de personas que temen por la letra que le pasan religiosamente cada primer día de mes y tendrás una demanda agregada más tiesa que el palo de golf del jefe de nuestro amigo, que ahora pasa más tiempo en el trastero que en el maletero de su Q7.

Y en estas estamos. De ahí que para muchos especialistas, los indicadores de confianza del consumidor e inversor sean cruciales para la recuperación de cualquier economía desarrollada. ¿Dónde está el final del túnel?

Ahí van unos ejemplos de dominio de la expectativa global frente a la de unos pocos iluminados:

  • "Los americanos necesitan el teléfono, pero nosotros no porque tenemos muchos mensajeros" Ingeniero jefe de British Post Office (1876)
  • "Pienso que existe un mercado mundial de aproximadamente quince ordenadores" Tom Watson, IBM Chairman (1949)
  • "No hay ninguna razón por la que alguien quiera tener un ordenador en casa" Ken Olson, Chairman y fundador de Digital Equipment (1977)
  • "640 Kbytes deberían ser bastantes para cualquiera" Bill Gates (1981)
  • "En diez años habrá menos de un millón de móviles" McKinsey (1983)
  • "Dentro de cinco años no habrá 'empresas de internet' porque toda las empresas serán de Internet" Presidente de Intel (1999), justo antes de estallar la crisis de las puntocom.

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