Europa, preocupada en los últimos siglos por el bienestar de sus ciudadanos por encima de todo, ha perdido valor y preponderancia en los últimos siglos. Por otro lado, Estados Unidos nos ha sacado varios metros en apenas 500 años. Y no sólo eso, sino que el futuro no es más halagüeño. Hoy y en unos pocos años China e incluso India serán furiosas potencias mundiales. Tanto los unos como los otros han basado en mayor o menor medida su crecimiento en puro pragmatismo secundado por culturas bien diferentes a la nuestra.
Qué es sino el famoso sueño americano, un eslogan bien formulado parafraseado en mil y una ocasiones con un sentido bien sencillo. Usted trabaje duro y gánese el pan de cada día, que ya le devolverá el sistema una casa, un coche y unos hijos rubios y sonrientes. Tú, que eres un vago, muérete. Nada de esperar en la cola del paro o comprar en el súper marcas blancas. No. Usted, que no es un trabajador enfermizo ni lo suficientemente válido, muérase sin sanidad pública, sin colegio para su famélica descendencia y sin unos impuestos progresivos que hagan a los más ricos pagar en taxes un transporte público limpio y seguro. ¡Cómprese un coche joder! Eso es el sueño americano. Llevar a la práctica las duras leyes del libre mercado hasta las consecuencias más macabras; tales como las interminables colas de gente como tú y como yo que en pleno siglo XXI esperaban a las puertas de unas instalaciones deportivas para realizarse gratuitamente un chequeo que no podían permitirse en un hospital que no fuese de “campaña”. Stalin proclamaba trabajo incondicional para el Partido y su socialismo exacerbado llevo a la URSS al ostracismo, en el otro bando de la Guerra Fría se aclamaba al trabajo para el país enmascarado en un sueño que el libre mercado y la privatización acabaron por hacerlo realizable. Y hasta hoy.
¿Y China? En donde las jornadas laborales no terminan nunca sino que empiezan una y otra vez, donde el ocio o las vacaciones no aparecen en el diccionario. Donde, sin importar esfuerzo o valía, te encuentras encerrado en el lugar donde naces y si sales de él careces de derechos o tan siquiera de sentido legal. Directamente no existes. Tal fuerza laboral al alcance de inversiones extranjeras controladas por ellos mismos (capitalismo, sí, pero donde y cuando yo quiera) les han hecho crecer y crecer. Japón, “aburguesado”, se encuentra entre la espada y la pared; entre la deflación y la recesión por mucho tiempo.
En plena crisis ideológica y de teoría económica, cuando todo el mundo se pregunta cual es el camino a seguir entre el socialdemócrata o el liberal conservador, ¿hacia dónde hemos de dirigirnos si la Economía Mixta se extingue? Cuando no parecen funcionar las políticas monetarias expansivas ni esto de la austeridad en el gasto. Da la impresión que la productividad es el problema más profundo, la asignatura pendiente de España y en general del viejo continente. Y es que en 2010 un ser humano de 65 años está más que capacitado para ser parte activa del sistema. Si cada diez años los avances médicos aumentan la esperanza de vida en dos, ¿por qué diantres la edad de jubilación sigue siendo la misma? Va contra la fisiología humana, no tiene sentido.
Quizás lo que se necesite sea una depresión larga y ardua para empezar a pensar que no podemos vivir como hobbits, que el Welfare State no cabe en todo país y toda cultura, que la buena vida no es infinita. Es molesto de escuchar y mucho más duro de decir. No se ganan elecciones ni adeptos con este discurso porque la productividad, si en realidad somos capaces de alcanzarla, tiene un alto precio.